Nadie consigue entender qué le pasó por la cabeza al superejecutivo español Alberto Izaga cuando el pasado domingo por la mañana, en su piso de lujo londinense, la emprendió a golpes y patadas contra su pequeña hija de dos años, Yanire, que murió tras dos días de agonía en el hospital Saint Thomas de Londres, muy cerca de la vivienda familiar.